ENRIC SOPENA, 14/03/2010, en ElPlural.com
La ministra de Justicia del Gobierno alemán, Sabine Cautheusser –Scharrenberger, ha declarado que debe exigirse a la Iglesia católica más colaboración con las diversas fiscalías en los casos de abusos sexuales cometidos por clérigos. Al fin y al cabo, no hay que perder de vista que se trata de delitos tipificados en los códigos penales. Tiene razón la ministra, pero habría que añadir a su acertada observación otro elemento decisivo.
¿No constituye un delito en sí mismo no presentar –por los jerarcas del catolicismo-, en el Juzgado de Guardia o en la Fiscalía correspondiente, una denuncia contra aquellos capellanes presuntamente pederastas? ¿No está siendo la jerarquía eclesiástica cómplice, muy a menudo, de monstruosos crímenes, entendido este vocablo no en el sentido de matar a una persona, sino de delitos graves o acciones indebidas o reprensibles?
Un menor
¿Por qué Joseph Ratzinger, a la sazón, en 1980, obispo de Munich, decidió silenciar un episodio de pederastia, llevado a cabo por un sacerdote que forzó a un menor de 11 años a que le practicara sexo oral? El cura pederasta fue trasladado desde Essen a Baviera y no fue acusado ante la Justicia. Más tarde -con Ratzinger ya en Roma-, el sacerdote aludido reincidió en su delito sexual con otro menor. Esta vez fue condenado por un tribunal de la Alta Baviera. La pena fue, en todo caso, indignante: 18 meses de cárcel, cumplidos en libertad condicional y unos 2.000 euros de hoy.
El hermano del Papa
El hermano del Papa, Georg Ratzinger, fue durante treinta años director del prestigioso coro infantil de la Universidad de Ratisbona, también en Baviera. Hace poco ha aflorado una serie de acusaciones de adultos que sufrieron en aquel tiempo, siendo niños, abusos sexuales de sacerdotes. Dicen que era vox populi lo que estaba sucediendo en Ratisbona, aunque el director del coro –el otro Ratzinger, actualmente obispo- lo haya negado taxativamente.
El “valor sagrado del celibato”
El Papa que prohíbe el uso de condones -incluso en la África martirizada por el sida- miró hacia otro lado en 1980 y protegió a un cura pederasta. El Papa que ha vuelto a proclamar estos días el “valor sagrado del celibato” llamaba a capítulo, en su larga etapa de inquisidor, a los teólogos de la liberación o a los reformistas como Hans Küng, pero se debía de encoger de hombros cuando le llegaban noticias de las andanzas sexuales, de todo género, de Marcial Maciel, fundador de los llamados Legionarios de Cristo. El Papa que diaboliza con gran intensidad el relativismo parece relativizar nada menos que la pederastia.
Excepciones beneméritas
El Papa y su séquito de hipócritas –con algunas excepciones beneméritas- no hacen apenas otra cosa que fustigar a la ciudadanía con el divorcio, los métodos anticonceptivos, la sexualidad fuera del matrimonio, la homosexualidad, las bodas homosexuales, la igualdad de género entre hombres y mujeres [siguen estando discriminadas las mujeres en el interior de la Iglesia católica], el aborto y, en general, el sexo. Ante la pederastia –que es una perversidad abominable- se limitan a derramar lágrimas de cocodrilo y a lamentar los hechos.
La degradación ante la sociedad
La degradación de la Iglesia ante la sociedad empieza a ser irrefrenable. Si Benedicto XIII tuviera la dignidad que le es exigible por ser sucesor de Jesús de Nazaret –que se enfrentaba a los sacerdotes y a los fariseos de la época comparándolos por su hipocresía con sepulcros blanqueados-, tendría que dimitir y salir inmediatamente del Vaticano. Digan lo que digan sus voceros, la verdad es que permitió como obispo que un pederasta no fuera investigado por la justicia.
Los benedictos de turno
La doctrina de Cristo la han pisoteado a lo largo de los siglos los benedictos de turno. Han convertido a la Iglesia en un poder terrenal y siguen sin apearse de semejanteconquista. O surge de dentro del cristianismo un movimiento regenerador y revolucionario o no habrá otro Trento fundamentalista que frene la caída. Martin Lutero lo intentó sin éxito. Todos los que lo han procurado han fracasado o los han hecho fracasar de modo temible, como le ocurrió al efímero Papa Albino Luciani, Juan Pablo I, muerto en circunstancias más que sospechosas que conducen a la hipótesis del asesinato.
Lo contrario a lo de Ratzinger
¿Cómo habría reaccionado Cristo si alguno de sus apóstoles –muchos de ellos casados- hubiera sido un pederasta? Recordando como plantó cara a los poderosos y a los mercaderes del templo, la respuesta es bien sencilla. No los hubiera protegido. Sin duda, hubiera hecho todo lo contrario de lo que hizo Ratzinger.
Enric Sopena es director de El Plural
PD.: viñeta tomada de aquí
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