miércoles, 30 de diciembre de 2009

Cocinando una obra de caridad

Por Manolo Saco, 30/12/2009, en su blog Fuego Amigo, en Publico.es

He visto a Mariano Rajoy disfrazado de cocinero, ejerciendo la elegancia social del regalo, en este caso, de la beneficencia, en un centro de acogida en Madrid. Ataviado de un blanco impoluto, del mismo color de la protección de plástico que le dieron a mi hijo cuando se presentó voluntario en una playa de Galicia para achicar el chapapote del Prestige, mientras Mariano inspeccionaba las playas con la nariz tapada, desde un helicóptero, y certificaba que apenas salían unos hilillos de plastilina sin importancia.

Ver a Mariano ejerciendo ahora de voluntario, practicando de incógnito la caridad, rodeado de una nube de cámaras, también de incógnito, ayudando a cocinar un pote gallego para luego repartirlo entre los menesterosos, me produce un dolor en el alma (para que luego digan que soy un desalmado) muy superior al ataque de vergüenza ajena que me suele provocar esta forma grotesca e impúdica de hacer política.

Alguien que, en medio de un “coloxal” conflicto diplomático con Marruecos por el caso Haidar, es capaz de sacar en un mitin una ristra de tomates para halagar el oído de los agricultores malagueños asistentes, y de paso acusar a Zapatero de que cuida mejor a los campesinos marroquíes que a los españoles, tenía que acabar su recorrido forzosamente haciendo el ridículo en la cocina.

Mi hijo comenzaba de blanco las mañanas y terminaba la jornada con el uniforme de minero. Su garganta y pulmones necesitaron tratamiento médico durante meses, como los de tantos miles de voluntarios, por culpa de los vapores del fuel oil. Mi hijo y sus compañeros acudieron a hacer el trabajo que Mariano rehuía como de la peste.

Ahora este sujeto, que aspira a ser presidente del gobierno, se fotografía jugando al voluntariado de las cocinitas de caridad, entre vapores tóxicos de lacón, cachucha, pollo y garbanzos. Esos sí son aromas peligrosos, y no los del Prestige.

4 comentarios:

El anónimo dijo...

No me ha quedado claro el mensaje...

Según esto, como Zapatero se hizo fotitos con un pañuelo palestino al cuello y no se fue después con ellos de voluntario a Gaza es que estaba jugando al concienciado de pegolete.

Y como se va todos los años a Rodiezmo, a hacerse la foto en la fiesta de los mineros, y después no baja a la mina a curtirse el lomo con la barrena, es un posturitas y un judas.

Por cierto, al amigo Saco se le ha olvidado mencionar cuántos capazos llenó Zapatero con el chapapote del Prestige. Sería interesante saberlo.

Disculpa la debilidad, José. Normalmente contesto a las estupideces de Saco en su propio blog, pero no lo he podido remediar.

Pero, pensándolo bien, como imagino que también me censurarás este comentario, estoy a tiempo de copipegarlo allí.

José Segura Sola dijo...

Estimado el anónimo.
Ni se me ocurre intentar convencerte de que este tipo de acciones políticas -como la que aparece haciendo en la foto Rajoy- me parecen ineficaces, además de cínicas. Las haga quien las haga.
Por cierto, no entendía lo de la "censura" que decías. Y he visto que había recibido algunos mensajitos tuyos. Ale, ya están publicados. Últimamente no entro mucho por aquí.
Te deseo un feliz año, y mucho más.

José Segura Sola dijo...

Por cierto:
En esa secuencia alguien le dice a Rajoy: "Ten cuidado, no te saquen con el chorizo" http://www.rtve.es/mediateca/videos/20091229/ten-cuidado-no-saquen-chorizo/658360.shtml

Menudos patanes.

El anónimo dijo...

Feliz año José.

Verás, te diré que eso del "chorizo" viene de bastante lejos. De hace cosa de veinticinco años.

En una comida entre líderes locales de la vieja AP gallega, había unos cuantos que estaban a la greña, y dio la casualidad (o no) de que los sentaron frente por frente en la mesa. Cuando entraron los fotógrafos, uno de ellos aprovechó que tenía delante una fuente de embutidos enfrente suya para decir: "Yo no me fotografío con estos chorizos delante". Don Manuel Fraga estuvo rápido y ordenó enseguida que retiraran el fiambre.

No tan patanes, José.

Por si quieres comprobarlo, esta anécdota está en el libro "Qué políticos tan divertidos", de Miguel Platón y la editorial Papagayo.