martes, 17 de agosto de 2010

La izquierda como necesidad y la autocrítica como herramienta


CARLOS CARNICERO, 17/08/2010 - ElPlural.com


La infalibilidad es una cuestión religiosa: pretenden tener razón siempre quienes se sienten ungidos por un ser superior al resto de los humanos. Ocurrió muchas veces en las tradiciones de la izquierda en donde el estalinismo fue la manifestación más furibunda del despotismo cruel en nombre del bienestar de un pueblo al que se le pisó la cabeza.

La izquierda democrática nació como la exaltación de la necesidad de conciliar la igualdad con la democracia. Pero los mecanismos del poder son perversos y sólo una vacuna de humildad sabiamente administrada permite sustraerse de la soberbia del poder.

Ahora existe una nueva generación de cachorros del socialismo que necesitan un héroe al que venerar y al que le eximen de cualquier responsabilidad y de cualquier deficiencia: es la exaltación del zapaterismo como una ecuación que certifica que criticar al líder es favorecer al PP. Nada más falso: al partido ultraconservador no le favorece la crítica formulada hacia este socialismo sino las deficiencias manifiestas de un liderazgo débil: pretender trasladar la responsabilidad al mensajero es síntoma de estulticia.

La Moncloa tiene un aparato de propaganda de tentáculos largos. Televisión española, la Sexta, Público y en cierta medida El País. Hay intelectuales de cabecera que son orgánicos del poder y mucho jóvenes que están introducidos en las redes con un libro rojo en el que nuestro Mao doméstico no puede equivocarse nunca. El resultado es la catástrofe anunciada que se empezará a consumar en las elecciones catalanas, seguirá en las municipales y tendrá su zenit en las generales del 2012. Antes habremos pagado un enorme costo al PNV por la aprobación de los presupuestos generales de este año en forma de autogobierno de un estado que cada vez se queda más magro no por convencimiento sino por falta de proyecto político de Rodríguez Zapatero y por su concepción utilitarista de la política.

Los pocos analistas políticos de izquierda que nos atrevemos a escribir lo que pensamos somos acusados de vendidos en la mejor tradición estalinista. “Quien no está con el líder hasta en sus más pequeñas manifestaciones está con el enemigo”. Una ecuación tan elemental y simple que produce una pereza letal. Ahora la destrucción que se plantea es la de Tomás Gómez porque al líder se le ha ocurrido que Trinidad Jiménez es la esperanza blanca de la resurrección socialista de Madrid: ¿está dispuesto el líder a pagar precio si se equivoca?
Un partido de izquierda tiene algunos requisitos que son innegociables si además quiere ser democrático: su señas de identidad son la socialdemocracia entendida como la obsesión por la redistribución de la riqueza y la igualdad de oportunidades en todos los sectores de la vida. Además tiene que tener un gobierno de sus militantes en donde sus dirigentes sólo son los ejecutantes de unas decisiones asumidas por sus bases. 
Los líderes absolutos, los infalibles, son pequeños seres autoritarios que nunca responderán de sus errores porque disponen de guardias pretorianas que les separarán de la realidad y de sus bases.

De tanto ser previsible todo esto produce un enorme aburrimiento por la falta de inteligencia de estos incondicionales que se empeñan en considerar enemigos a quienes tienen la lealtad de señalar los defectos. Este mundo de tiralevitas y de propagandistas de los errores resulta agotador. Y tal vez es el verano la época en la que la pereza de tanta mediocridad se manifiesta con más claridad. Estamos en España y es lo que nos toca. Cuando gane la derecha que no busquen culpables fuera del aparato del partido.


Carlos Carnicero es periodista y analista político 
Blog de Carlos Carnicero: http://www.ccarnicero.com/  

1 comentario:

Anónimo dijo...

"mucho jóvenes que están introducidos en las redes con un libro rojo en el que nuestro Mao doméstico no puede equivocarse nunca"

Gran verdad. Pero qué gran verdad. Este anda buscando que lo echen a patadas del Sopena's News.