Los datos económicos que estamos conociendo -en todos los países del mundo- son desalentadores, nefastos, muy negativos. De la crisis se ha pasado a la recesión, y de ahí ya son muchos los expertos que hablan claramente de depresión. Ante esta situación hay sólo dos opciones. Una, mover el culo y plantear medidas y más medidas. Centradas en mantener las estructuras y la confianza de los sistemas financieros y de las empresas; y en reactivar la lenta maquinaria de las administraciones públicas, para aumentar el gasto social, y el gasto en infraestructuras, cuanto antes. Hay que intentar crear empleo y compensar las cifras del paro, con la dramática situación de las familias. En definitiva, sostener el sistema estando al lado de los más necesitados. Y, la otra opción, es la de criticar cualquier medida, sin proponer, ni arrimar el hombro. Pensando que "cuánto peor, mejor". Son dos formas de ver las cosas. Una es la honesta. Otra es la cínica. ¿Quién ocupa cada una de ellas?
Podemos ver la similitud entre las medidas que elabora Obama en EEUU, y las que en España está planteando Zapatero. Como dice Pepe Blanco: "La derecha española está desorientada porque aplaude a Obama y critica a Zapatero".
Vuelvo a acompañar un extracto de un nuevo artículo del recientemente nombrado Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, es el siguiente (para verlo completo, pincha aquí):
¿Dañará el gasto de hoy a la economía de mañana?
PAUL KRUGMAN. En elpaís.com, 07/12/2008.
(...) Pero quienes se preocupan por el déficit están completamente equivocados. En las condiciones actuales, no hay que sacrificar lo que es bueno a largo plazo por lo que lo es a corto plazo; una expansión fiscal fuerte mejoraría realmente las perspectivas económicas a largo plazo.
(...) Para que quede claro, no estoy argumentando que tratar de reducir el déficit presupuestario sea siempre negativo para la inversión privada. Se puede afirmar razonablemente que la moderación fiscal de Bill Clinton en los años noventa contribuyó a alimentar la gran explosión de la inversión que se produjo en EE UU durante esa década, la cual, a su vez, llevó a una recuperación en el crecimiento de la productividad.
(...) Una cosa más: la expansión fiscal será todavía mejor para el futuro de EE UU si una gran parte de ella se lleva a cabo en forma de inversión pública: construcción de carreteras, reparación de puentes y desarrollo de nuevas tecnologías, todo lo cual hará más rico al país a largo plazo.
(...) Pero ahora mismo tenemos un déficit básico en el gasto privado: los consumidores están redescubriendo las ventajas del ahorro en el mismo momento en que las empresas, quemadas por los excesos del pasado e incapacitadas por las dificultades del sistema financiero, están recortando sus inversiones. Ese desfase terminará por corregirse, pero, hasta que lo haga, el gasto del Gobierno debe cargar con el muerto. De otro modo, la inversión privada, y la economía en su conjunto, se hundirán aún más.
(...) Resumiendo: la gente que piensa que una expansión fiscal hoy será mala para las generaciones futuras se equivoca radicalmente. La mejor línea de actuación, tanto para los trabajadores de hoy como para sus hijos, es hacer todo lo que haga falta para poner esta economía en el camino hacia su recuperación.
(c) 2008 New York Times Service Traducción de News Clips. (La traducción se ha tomado de ElPaís.com)
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