martes, 24 de febrero de 2009

Absolución por "miedo insuperable" a los homosexuales


¿Qué le pasa a la Justicia en este país? Cuando no son los jueces, son los jurados. Hace unos días supimos de la sentencia absolutoria a un criminal que mató a dos personas a puñaladas, y además les pegó fuego.

- ¿Absolución?
- Sí, es que a los que mató eran homosexuales. Maricones, vamos.
- Ah, ya, claro.
- Menudo trago hubo de pasar el pobrecito asesino. Esto en tiempos de Franco, no pasaba.
- No, claro que no.
- Esta sinvergonzonería de tanto maricón suelto es cosa -también- de Zapatero.
- Por supuesto.


Los escandalizados dominan los altavoces. En este país de zambomba y pandereta los escandalizados dominan los altavoces. Mediáticos y sociales. ¿Qué decir de los religiosos? El subconsciente colectivo nos traiciona con demasiada frecuencia. Esas profundas y sórdidas convicciones judeocristianas han sido incrustadas a fuego lento durante muchos años. Aún siguen muy calientes las de la hornada nacionalcatólica. A veces, sólo nos libra de la hoguera el Tribunal Supremo. Y no siempre.
Ante la avalancha de críticas, ¿se pondrán también en huelga los jurados?. Como dijo el Tato, perdón Trillo: ¡¡Manda güevos!!

Este es la noticia publicada en ElPaís.com:
¿57 puñaladas en defensa propia?
Ola de críticas a la absolución del hombre que mató con saña a dos homosexuales porque temía que le violaran - Un jurado popular aprecia "miedo insuperable"
MARÍA FERNÁNDEZ - Vigo - 24/02/2009 - ElPaís.com

Ni las pruebas de la fiscalía, ni los testimonios de los peritos de la Policía Científica, ni la confesión del propio acusado, que admitió haber asestado 57 puñaladas a dos jóvenes con los que acabó tras una noche de marcha, fueron suficientes para que un jurado popular condenase por asesinato a Jacobo Piñeiro por el crimen de la calle Oporto. Su reciente absolución ha causado estupor en Vigo, donde el tribunal del jurado de la sección 5ª de la Audiencia Provincial dio a conocer, el viernes pasado, el veredicto exculpatorio de los delitos de asesinato y hurto, condenando al acusado por el de incendio. Un mazazo para los familiares de las víctimas.

Ocurrió hace dos años y medio, un 12 de julio. Esa mañana Jacobo Piñeiro llegó a la ciudad desde Cangas, donde residía, para pasar un día de juerga en el Strong, uno de los after más radicales del centro. Había consumido "varios gramos de cocaína y cubatas de whisky". Allí conoció a un camarero, Isaac Pérez, con quien se iría sobre las cuatro de la tarde hacia su piso. Isaac, de 27 años, vivía con el brasileño Julio Anderson Luciano, de 32. En la vivienda, Isaac y Jacobo se encerraron en una habitación toda la tarde y siguieron consumiendo coca. Julio se presentó sobre las nueve y media con más amigos, que se marcharon sobre la una y media.

Jacobo asegura que Isaac se le presentó a las cuatro de la madrugada, desnudo, con la intención de acostarse con él y que él lo rechazó. Ante la negativa, "volvió con un cuchillo y se abalanzó sobre mí", dijo durante el juicio para justificar que actuó en defensa propia. Según su versión, le quitó el arma y le propinó las dos primeras puñaladas en el vientre y en el hombro. Después vendrían otras 33. Su compañero corrió suerte parecida. Recibió 22 puñaladas, algunas por la espalda, "la mayoría innecesarias para la consecución de su muerte, aumentando deliberada e inhumanamente su sufrimiento", según consta en el escrito de la fiscalía. Isaac en un momento intentó encerrarse en su habitación para llamar a la policía. No pudo. El ahora absuelto dio una patada en la puerta y le quitó el móvil antes de apuñalarlo repetidamente en la cara.

Una vez muertos, Jacobo permaneció en la vivienda hasta las nueve de la mañana buscando algo con que prender fuego. Se duchó y tapó sus heridas con una bolsa -tenía un corte en la palma de una mano, una brecha superficial en la cabeza y otra en las piernas-. Cerró las ventanas, abrió el gas, plantó cinco focos, [dos de ellos encima de los cadáveres] y se fue. No sin antes llevarse en una maleta todo lo que encontró de valor. Para el Fiscal y la acusación particular, todo fue "pensado y calculado fríamente" con el propósito "de hacer creer que sus víctimas habían sido objeto de un robo violento".

Una conducta que no puede tener justificación en la legítima defensa porque "Jacobo estuvo varias horas en el piso tras el crimen y causó intencionadamente un incendio para borrar los indicios de lo que había hecho con un comportamiento despiadado". Para la defensa actuó movido por "un miedo insuperable a ser asesinado y violado, víctima del pánico, fuera de sí dado el estado de intoxicación en el que se encontraba".

Haciendo uso de su derecho a la última palabra durante el juicio, el acusado dijo estar "arrepentido de todo". Tras reconocer que acuchilló a las víctimas y pedir perdón a su familia (tiene un niño de pocos meses) aseguró entre lágrimas que la culpa no fue de nadie: "Es culpa de cómo soy". Esa fue la puntilla que caló en el jurado, compuesto por siete mujeres y dos hombres. Tres de sus miembros lloraron al escucharlo. Poco después absolvieron a Piñeiro por siete votos contra dos. Tomás Santodomingo, abogado de Marta, la madre de Isaac, no sale de su asombro. "Se trata de un asesinato en toda regla, si la víctima hubiera sido una mujer el resultado habría sido distinto". Piensa que Jacobo es un homosexual vergonzante, ya que nunca reconoció haber mantenido relaciones con ninguno de los dos hombres. Ahora sólo espera que por el incendio le caiga la máxima pena, hasta veinte años de prisión, y que el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia escuche su apelación.

Otros fallos polémicos

-Caso Wanninkhof. Dolores Vázquez fue declarada en 2001 culpable por un jurado popular de la muerte de Rocío Wanninkhof, hija de su ex compañera sentimental. No había pruebas en su contra. Años después apareció, gracias al ADN, el verdadero asesino.

-Caso Otegi. Mikel Otegi fue absuelto por un jurado de San Sebastián del asesinato de dos ertzainas en 1995. El juicio fue anulado por el Tribunal Supremo y la sentencia confirmada por el Constitucional. El proceso tuvo que repetirse; el Supremo entendió que los factores ambientales habían influido excesivamente.

- El casero y la inquilina. A principios de este mes, la Audiencia de Cantabria absolvió a un hombre de 39 años que mató a su inquilina. El jurado le declaró no culpable pero le obligó a indemnizar a la familia. Se consideró que cuando la estranguló "no era dueño de sus actos", que sus facultades mentales estaban afectadas por la conducta conflictiva de la víctima. La conducta difícil consistía en que la chica, según le habían dicho al casero los vecinos, organizaba fiestas hasta altas horas de la madrugada e invitaba a gente "con malas pintas".

1 comentario:

supersalvajuan dijo...

El miedo. Sigue existiendo gente con miedo.